martes, 7 de mayo de 2013

Los maestros y los medios de comunicación Por Francisco Cajiao (Tomado de El Tiempo)



Francisco Cajiao

Sería loable que la celebración del día del maestro fuera acompañada por artículos serios sobre la situación de la educación y el avance de los proyectos iniciados hace ya un año y medio en alcaldías y gobernaciones.



En mayo se celebra el Día del Maestro y habrá columnas y artículos que destacan su entrega y sus méritos en el servicio a la comunidad. Esto es apenas de justicia y merecería algo más que recordatorios aislados. En la práctica, son quienes aseguran el derecho a la educación de millones de niños y jóvenes cuya única esperanza de progreso descansa en lo que la escuela logre desarrollar en ellos.
Pero no es suficiente el reconocimiento en una fecha simbólica. Lo que hace falta es su presencia permanente en la conciencia de los ciudadanos, tanto para alabarlos como para estimular cambios y mejoras urgentes en el ejercicio de la profesión, y todos sabemos que el cuarto poder juega un papel definitivo en la definición de las agendas públicas. En Colombia, los medios de comunicación casi no se ocupan del debate educativo, no hay investigación periodística sobre las políticas públicas, no se ventilan los problemas y las chambonadas de las administraciones, no se fiscaliza con rigor el uso de los cuantiosos recursos que se manejan en el sector.
Así, los maestros y los directivos de los colegios se vuelven invisibles. Es raro que aparezcan como fuentes válidas sobre el acontecer de las comunidades, la situación de la infancia, las problemáticas de la pobreza o las incidencias de las violencias que afectan la vida de las poblaciones marginales de campos y ciudades.
Los educadores, más que nadie, están inmersos en la vida de la gente. A ellos llegan las angustias de las familias, los dramas de los estudiantes y los problemas de sus localidades. Pero también son quienes conocen la pertinencia o la insensatez del montón de ideas descabelladas que aparecen con el ir y venir de las administraciones.
Es innegable que en muchas partes del país hay grandes descontentos de los profesionales de la educación con respecto a las condiciones en que se desarrolla su labor. Muchos surgen por expectativas salariales, que son las que la ciudadanía percibe, pero no se muestra el malestar que proviene de un régimen de persistente concepción centralista y autoritaria, en el cual no hay mecanismos de participación eficaces que hagan de la profesión una opción de ejercicio ciudadano activo.
De las secretarías de Educación emanan por decenas instrucciones, órdenes, desórdenes, formularios, formatos, encuestas, cursos, directivas y decretos completamente inconsultos, ajenos a las posibilidades reales de una ejecución juiciosa y coherente con procesos que siempre son de largo plazo. Los secretarios locales quieren en dos o tres años dejar huellas perpetuas sin respetar los ritmos propios de las instituciones, sin tener en cuenta todos los procesos iniciados antes de ellos.
Pero los medios de comunicación no se ocupan de estos temas. No es extraño que la única forma de reclamar un lugar en la vida pública sea recurriendo periódicamente a las movilizaciones, los paros o los ceses de actividades. Es, como diría Cioran, “la tentación de existir”. La Federación de Educadores está convocando a padres de familia, comunidades y estudiantes a una movilización para presentar su pliego de peticiones, pero ningún medio de comunicación se ha ocupado de indagar qué contiene ese pliego y qué importancia tiene para quienes no están agremiados.
Sería loable que la celebración de este año fuera acompañada por artículos serios y profusos sobre la situación de la educación y el avance de los planes y proyectos iniciados hace ya un año y medio en alcaldías y gobernaciones. También sería la ocasión para que concejos y asambleas hicieran una evaluación de las ejecuciones y que se celebraran muchos foros y eventos para escuchar a los maestros sobre la forma como ven estos temas. Tal vez esto sería más respetuoso que las tradicionales fiestas con lechona y aguardiente.
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